viernes, 3 de abril de 2009

palmira

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Espléndida ciudad, que osó enfrentarse al poder romano bajo el liderazgo de su reina Zenobia, que estableció en ella la capital del reino Nabateo.
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Cuando los romanos la reconquistaron la arrasaron como castigo, y una de las ciudades más brillantes del momento quedó reducida a escombros.
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Escombros que siguen mostrando su magnificiencia, y que siglos más tarde pondrían nombre a la obra del conde de Volney: las ruinas de palmira:
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El judío caería muerto antes que trabajar en sábado: el persa se dejaría matar primero antes que soplar la lumbre con la boca; el indio mira como la suma perfección restregarse con el estiercol de vaca, y pronunciar misteriosamente aûm; el musulmán se cree libre de todo rastro de culpa cuando se ha lavado la cabeza y los brazos, y disputa con el alfanje desnudo sobre si ha de empezar el lavatorio por el codo o por la punta de los dedos, el cristiano se tiene por condenado su come carne en vez de pescado o legumbres. ¡Oh sublimes y celestiales doctrinas! ¡Oh perfecta moral, digna del martirio y del apostolado! Atravesemos los mares para enseñar tan poderosas leyes a las naciones salvajes, a los pueblos remotos; digámosles: "¿Hasta cuándo, hijos de la naturaleza, pisaréis los senderos de la ignorancia? ¿Hasta cuándo seréis sordos a los verdaderos preceptos de la moral y la religión? Venid a escuchar las lecciones de los pueblos doctos y píos que viven en países civilizados; y ellos os dirán, que para ser gratos a Dios es indispensable, en ciertos meses del año, morirse de hambre y de sed; que es lícito verter la sangre del prójimo, en purificándose con una profesión de fe y un baño ritual; quitarle lo que tiene, y quedar absuelto en repartiéndolo con ciertos individuos que han hecho voto de comerse lo ajeno". Supremo y oculto poder el universo, misterioso motor de la naturaleza, alma universal de los seres, tú que con tantos y tan variados nombres ignoran y adoran los mortales; ser infinito, incomprensible; Dios que en la inmensidad de los cielos diriges el camino de los mundos, y pueblas los abismos del espacio con millones de vastísimos soles, di: ¿qué son delante de ti esos insectos humanos, que ya pierdo yo de vista en la tierra? Cuando te ocupas de guiar los astros en sus órbitas, ¿qué son ante ti los gusanos que en el polvo se agitan? ¿se cura tu inmensidad de sus distinciones de sectas y partidos? ¿qué te importan las sutilezas en las que se afana su locura?. Y vosotros, crédulos mortales, demostradme la eficacia de vuestros ritos. ¿En tanto como los seguís o los alteráis, han cambiado con esa receta las leyes de la naturaleza? ¿es más luciente el Sol? ¿ha variado el curso de las estaciones? ¿son más fértiles las tierras, más venturosos los pueblos? Si es bueno Dios, ¿cómo se complace en vuestras penitencias? Si es infinito, ¿cómo puede vuestra adoración aumentar su gloria? Si todo lo han predeterminado sus juicios, ¿cómo los pueden mudar vuestras preces?. Responded, humanos locos.





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