miércoles, 3 de septiembre de 2008

El escribano del secreto, de Joaquín Borrell.




El escribano del secreto es un libro sobre la inquisición española que pretendo destripar, escrito por Joaquín Borrell, abogado de Valencia, con agilidad y un gran sentido del humor.

Deja entreveer su debilidad por el derecho en las descripciones que hace de los juicios, pero no pierde oportunidad de, con elegante ironía y humor inteligente, ridiculizar sus métodos.

El protagonista es Don Esteban, que para mí tiene la imagen del que posó para el Greco, un individuo que tras servir en el Tercio del Mar y perder una pierna, regresa a Valencia y entra a trabajar como escriba del secreto de la Inquisición.

El libro, al margen de divertidísimo resulta muy ilustrativo sobre los sistemas expeditivos a la hora de juzgar a los acusados.

El libro comienza:

“Se cuenta que Tomás de Torquemada, primer inquisidor general, tenía un gran sentido del humor. En un libro oculto en su despacho transcribía todos los chascarrillos que circulaban sobre la Inquisición y sus servidores; en la cárcel secreta, varios pisos más abajo, coleccionaba igualmente a los que los habían contado. Aunque hace sesenta y tres años que murió Torquemada, ambas colecciones no han cesado de ampliarse desde entonces. Sin embargo, no me resisto a contar al menos una historieta, a guisa de introducción; que con todo lo que seguirá en estas páginas no voy a preocuparme de tales menudencias.Anda en lenguas en mi tiempo el proceso del arzobispo Carranza, primado de Toledo, a quien el inquisidor general, don Fernando de Valdés, se ha empeñado en condenar por criptohereje. Según el cuento, el inquisidor, ante las protestas de inocencia de Carranza, y admitiendo en conciencia que el procedimiento le deja pocas oportunidades de demostrarla, le propone jugarse el veredicto a los dados. Si saca entre uno y cinco será declarado culpable. El arzobispo pregunta:

-¿Y si sale un seis?

-Volvéis a tirar.”

Lo más divertido de las gracias es que se enlazan continuamente, y terminas descojonándote. No voy a copiarlas literalmente, no sólo por el tiempo, sino por no desguazarlos del todo:

Habla sobre su estancia en el Tercio del Mar y de como perdió la pierna. Dice que en el barco le acompañaba a su lado un vizcaíno con una cabeza de grandes proporciones. Cuenta que desde la nave enemiga les lanzaron una bombarda que vino a caer sobre su compañero, y dice algo así que lo complicado hubiera sido que fallaran.

En otro caso, le preguntan en el tribunal a un pobre señor si conoce el Heptateuchon, a lo que contesta "con ese nombre, seguro que un hereje".

En otro diálogo escibe:

-Vamos a morir.

-Perderemos un profeta.

Cuando en un momento del libro, el protagonista persigue a otro sujeto más cojo que él, el protagonista, que narra en primera persona, afirma que llevaba años deseando correr detrás de alguien y alcanzarlo.

Habla de las prisiones de la inquisición y dice: "el inquilino acaba por alegrarse de ser llevado a la presencia de Don Diego (inquisidor), lo que constituye un caso extremo en lo que a capacidad de júbilo se refiere".

Cuenta el caso de un marino inglés que llega al puerto y decide darse una vuelta, con la ocurrencia de salir bajo el brazo con un compendio de oraciones anglicanas. "..y para empeorar su suerte, había topado con uno de nuestros familiares que, convencido de que un extranjero con un libro no podía tramar nada bueno, había encomendado su detención al corregidor. Conducido al tribunal, el valenciano y el castellano habían resultado figurar entre las muchas lenguas que ignoraba; mientras que sus jueces hablaban el latín, el griego, y en algún caso hasta el caldeo coloquial, pero ni una palabra de inglés. Se halló un intérprete, pero la comunicación directa habría vulnerado el sacrosanto secreto inquisitorial. La fórmula de compromisi consistió en que los inquisidores efectuaban sus preguntas por escrito, el intérprete las traducía; el marino descomponía sus respuestas en palabras sueltas, sin formular frases inteligibles, y memorizaba su traducción para responder al tribunal, con arreglo a los principios de oralidad e inmediatividad que inspiran nuestro procedimiento. He aquí un ejemplo del resultado:

-Pregunta: Si vuestro obispo anglicano ordenase comer carne en día de ayuno, ¿cumpliríais o desobedecaríais su mandato?

-Respuesta: ¡Oh, qué una no oída capciosa cuestión! Por el tiempo siendo yo pienso acerca ello debe ser para yo ser engañado en una especial vía. Yo quiero correr fuera confusamente.

En realidad su posición no era muy diferente de la de muchos labradores interrogados, por ejemplo, sobre el verdadero momento de la encarnación del Verbo"

Y sigue y sigue.....






Perdón, porque he terminado copiando, pero supongo que la finalidad es buena, leedlo!



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