martes, 29 de julio de 2008
El miembro de Bibiana
Discurso de despedida de "la pasionaria" a las bb. ii.
Me queda la palabra
Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada,
Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria,
El discurso de la Luna
El pedestal de las estatuas
Al conocer lo que las tropas habían hecho, no por su órden, en Roma, Carlos V declara luto oficial, porque "ningún cristiano puede estar alegre mientras su Pastor esté preso". Pero no ordena su puesta en libertad. Esta actitud no puede ser más razonablea mi entender, y es por lo que Carlos suscita en mí una nueva simpatía. Es católico sincero; suspende los festejos por el nacimiento de su primogénito; escribe al papa expresando su sentimiento por lo sucedido y ofreciéndole su amistad; escribe a todos los príncipes cristianos epístolas de duelo y de responsabilidad personal salvada; ordena que en todas las iglesias de sus Estados se eleven preces por la libertad del Santo Padre. Pero, como Emperador, calla ente Lannoy y ante Alarcón, porque han de cumplirse las condiciones pactadas con el Papa enemigo. La conducta de Carlos no es doble; es doble la conducta d eun pontífice que emplea las malas artes humanas para salirse con su voluntad y su poder humanos. Como todos los Papas han hecho siempre y hacen, salvo alguna excepción que no conozco. Había llegado la hora de dar una lección a los Pontífices que empleaban sus tiaras y sus báculos como armas de guerra, más motales que otras, y menos ejemplares.
Memorias de Adriano
El porvenir del mundo no me inquieta; ya no me esfuerzo por calcular angustiado la mayor o menor duración de la paz romana; dejo hacer a los dioses. No es que confíe más en su justicia que en la nuestra, ni tengo más fe en la cordura del hombre; la verdad es justamente lo contrario. La vida es atroz y lo sabemos. Pero precisamente porque espero poco de la condición humana, los periodos de felicidad, los progresos parciales, los esfuerzos de reanudación y de continuidad me parecen otros tantos prodigios, que casi compensan la inmensa acumulación de males, fracasos, incuria y error. Vendrán las catástrofes y las ruinas, el desorden triunfará pero también, de tiempo en tiempo, el orden. La paz reinará otra vez entre dos periodos de guerra; las palabras libertad, humanidad y justicia recobrarán aquí y allá el sentido que hemos tratado de darles. No todos nuestros libros perecerán, nuestras estauas mutiladas serán rehechas, y otras cúpulas y frontones nacerán de nuestros frontones y nuestras cúpulas; algunos hombres pensarán, trabajarán y sentirán como nosotros; me atrevo a contar con esos continuadores nacidos a intervalos irregulares a lo largo de los siglos, con esa intermintente inmortalidad. Si los bárbaros terminan por apoderarse del imperio del mundo, se verán obligados a adoptar alguno de nuestros métodos y terminarán por parecerse a nosotros. Chabrias se inquieta ante la idea de que un día el pastóforo de Mitra o el obispo cristiano se instalen en Roma y reemplacen al sumo pontífice. Si por desgracia llega ese día, mi sucesor al borde del ribazo vaticano habrá dejado de ser el jefe de un círculo de afiliados o de una banda de sectarios, para convertirse a su turno en una de las figuras universales de la autoridad. Heredará nuestros palacios y nuestros archivos, no será tan diferente a nosotros como podría suponerse.
Acepto serenamente las vicisitudes de la Roma eterna.
León el Africano
lunes, 28 de julio de 2008
BAKUNIN, DIOS Y EL ESTADO
Tales son los cuentos absurdos que se divulgan y tales son las doctrinas monstruosas que se enseñan en pleno siglo XIX, en todas las escuelas populares de Europa, por orden expresa de los gobiernos. ¡A eso se llama civilizar a los pueblos! ¿No es evidente que todos esos gobiernos son los envenenadores sistemáticos, los embrutecedores interesados de las masas populares?
Dejemos ahora a un lado la parte fabulesca de este mito y consideremos su sentido verdadero. El sentido es muy claro. El hombre se ha emancipado, se ha separado de la animalidad y se ha constituido como hombre; ha comenzado su historia y su desenvolvimiento propiamente humano por un acto de desobediencia y de ciencia, es decir, por la rebeldía y por el pensamiento.